Sea como fuere lo que pienses, creo que es mejor decirlo con buenas palabras. (Shakespeare)

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miércoles, 23 de marzo de 2011

LA CLINICA



Presta oído, Señor, a mi oración; atiende a la voz de mi clamor. En el día de mi angustia te invoco, porque tú me respondes.--Salmo 86:6-7 (NVI)

Un poco después de la muerte de mi papá, estuve de nuevo en la clínica donde le vi morir. El sonido de los aparatos a los que estaba conectado, el olor a medicamento, el silencio de la UCI aún retumbaban en mi cabeza. Una semana después me encontraba visitando a un hombre, a quien le habían baleado su esposa y le había prometido que le visitaría cuando mi padre saliera de la clínica. Me deshice en lágrimas cuando me topaba con los médicos y enfermeras, al entrar al ascensor y recordar  las tantas veces que subí y bajé desconsolado, el pequeño espacio donde estaba su cama ahora vacío... y todo me recordaba a papá.

Curiosamente siempre he sido llamado a orar por familiares, amigos y conocidos en hospitales y allí, me enfrentaba otra vez  a mis angustias y tristezas, y sabía que en mi servicio para Dios estaría confrontado a menudo conmigo mismo y que estaba en mí convertirme o no, en alguien amargado lleno de recuerdos y quizá resentimiento. Oré entonces: «Querido Dios, ayúdame a vencer esta agonía».  Decidí que, en vez de sentir lástima por mí , en vez de auto-compadecerme, bendeciría a otros siendo instrumento de bendición.
Al poco tiempo noté un cambio en mi actitud. Ahora le doy gracias a Dios por responder a mis oraciones, y recuerdo con amor y agrado los tiempos con mi viejo. Esos tiempos fueron un regalo.

Ahora cuando de paso voy a alguna clínica, no me afecta... Dios me respondió.