Se acerco a mi, como si fuese ayer , un niño de escasos 5 años . Me observó con curiosidad, por un corto instante. Me pareció un rato de eternidad ante una mirada ingénua e inquietante, una mirada que aunque me lo hubiese propuesto, no la habría podido evitar .Se acercó a mi con esa mirada atarugada por las imágenes de quien devora la luz tenue de una mañana que le brindó el mundo exterior , un momento en un mundo en el cual llenó sus pulmones de aire al irrumpir abruptamente el bullicioso silencio que había aqui, con el primero de sus muchos llantos. Se acercó a mi con la mirada de la inocencia; como quien anhela conocer más sobre las cosas complicadas de los adultos. Y sin hallar respuesta en mi y sin tampoco tener al menos una, de esas que se brindan por salir del paso y que de continuo nos damos a nosotros mismos, para evadirnos o justificarnos, lo vi sonreír… y entonces me extendió sus brazos de lado a lado, con un brillo extraño en sus ojos, quizá para que recordáse mis orígenes, para que refrescara la inocencia del primer beso, para que viviése la emoción del abrazo, la alegría de los payasos , y olvidáse por un momento los que sobreabundan en la gigantesca carpa de circo de ésto que se llama mundo , el mundo en que vivimos y en el que nos enredamos a diario, en el que perdemos nuestra identidad y nuestra paz .
Lejano de orgullo, resentimiento, malicia y engaño se acercó a mi, la imagen del niño ...que soy.
